Mientras miraba por la ventanilla de la parte de atrás del auto me sentí un poco apenada por no tener un auto a esta edad, de sentirme en una ruta prestada. Sentí en la monotonía del camino entre el asfalto y el pasto verde, la ruta está hecha para los hombres. Me gustaría creer que no es cierto, pero me apena sentir que lo sea. En la depresión del camino de la ruta argentina, mi viaje bajonero me llevó una vez más a la costa argentina, más específicamente a Villa Gesell.
la moda en Gesell: andar en ojotas con medias, como en los supermercados chinos: el relax de las vacaciones
Tomando esta información con las pinzas que se merece, debo decir que antes de ir a Villa Gesell pensaba que toda la costa era igual que la tierna Mar del Plata (Mierdel para los amigos), una verdadera mierda en verano, a la cual mi amigo Madonno la catalogó muy acertadamente como "Liniers con los precios de Punta del Este". Pero debo avergonzarme de mí, porque la verdad que no es un asentamiento de clase cuchillera como lo había fotografiado en mi cerebro.
juegos mecánicos, crazy dance y peluches tetones con fasos en la mano, entretenimiento para bajoneros en Gesell
Borracha, despeinada y reventada, dandole ok a cualquier cosa que diga Miami o me recuerde a los noventas
Hombres adultos contemporáneos compitiendo al Daytona contra una criatura de 8 años que se acercó en actitud de "los voy a hacer cagar sangre, viejos"
Villa Gesell tiene algo de relajado, de hippie con pelo sucio por la arena, de calles de arena, de playas de arena, de comerse la arena al abrir la boca y ese frío de costa a la noche, que tanto puede cortar mambo a las salidas, sobre todo ahora que estoy en el umbral de los treinta.
Arquitectura de playa: fea pero al menos se sigue viendo el cielo
postales de otro momento en la historia de la humanidad, cuando la gente pagaba cantidades de dinero para alquilar una carpa, hoy hacerlo cuesta lo mismo que alquilar un departamento por una semana en la misma ciudad
Tiene esas carpas de familia de costa, los guardavidas haciendose los pistola en la playa, los pescadores en el muelle, las gordas con tanga, los pelota paleta, los juegos mecánicos, los recuerdos que cambian de color. Lo único que no puedo entender es el centro, me pregunto una vez más si existe un urbanista que se haya dedicado a hacer que todos los centros urbanos turísticos del interior del país sean igual de feos y con las mismas disposiciones. Los mismos locales que se alquilan, los techos a dos aguas arriba de la planta baja, los restaurantes tipo trattoria como desaturados, las familias gordas en ojotas que caminan por las veredas altas... a qué mierda vine a la costa más que para sentir esta depresión? El agua está fría, tiene ese color a barro, el viento hace que la arena moleste y el sol está tan fuerte que parece que va a atravesar el planeta en cualquier minuto.
el centro de villa gesell, hasta el cielo se deprime con semejante fealdad arquitectónica
Ni los choclos, ni el olor a porro ni los perros de playa me levantan acá. Le pongo onda pero me cuesta. La costa me cuesta de verdad.
Cariló: sueños de felicidad de mentira, lo único bueno: la heladería El Piave, en vez de atenderte eligen ignorarte, pero el helado es rico denserio
- gordo, vamos de vacaciones de shopping?
Duendes, el alma de la fiesta carilense, una vana reproducción del consumismo menemista, una fiesta para unos pocos, como siempre
Mi depresión se potenció cuando se nos ocurrió pasar por Cariló. una versión prefabricada de una novela de Cris Morena pero encima, llena de duendes colgados de todos los techos de los locales. La versión local de San Isidro del tren de la costa. Quiero que el perro afgano de Andrés me mate pero en vez de eso, el perro se convierte en un objeto de deseo de todas las mujeres de más de 40 años, el muchacho se compró un imán para viejas con plata.
Por todo esto, la costa no deja de ser una verdadera mierda. Pero bueno, vayan a la costa si quieren deprimirse y no saben en qué gastar su sueldo de oficinistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario